Siempre pensé
que la última reforma al sistema pensional de salud en nuestro
país, bajo el gobierno neoliberal del
Alvaro Uribe Velez; era fiel copia de unos las reformas a la salud de chile,
reencauchada 30 años después en este macondiano país del caribe; No tengo
sustentación argumental para esgrimir mis sospechas como arma letal y mucho
menos tratándose de salud, pero mi olfato histórico me hace recordar las
trampas que se urden desde los estadospara no hacer cumplir las constituciones,
cartas idílicas en donde todo parce estar como en las mejores lunas de miel : Educación,
Salud y Derecho al Trabajo para los ciudadanos de la patria. y en este sentido
lamentablemente el gobiernoPinochista, que
le ha dejado claves a quienes lo quieran imitar en su proceder 30 años después.
De
que nos prohíbe esta reforma a la salud en Colombia? Aunque debería excluirme
de la pregunta, pues ni siquiera tengo acceso a la Salud Publica en mi país de
origen, por no calificar en ninguno de los dos regímenes: Contributivo y Subsidiado, por encontrarme desempleada y no estar
pagando aportes para el sistema, ni
tampoco cuento con el derecho a la salud pública gratuita, por estar
residenciada en un estrato socioeconómico a quienes las absurdas leyes
estatales, consideran sin necesidad de cobertura.
Entonces
¿de qué se les prohíbe a los colombianos, no a todos como es visto,
De
esta reforma a la salud? Sería más acertado diagnosticar
al paciente casi terminal por sus
síntomasmás que por sus anhelos: Un servicio inmediato y
oportuno, brilla por su ausencia, tenemos, no uno, dos o tres, casos por año,
de pacientes muertos
en las puertas de los hospitales o en las salas de espera, tan sólo por no cumplir con normas de procedimientos, cabe
citar aquí una anécdota particular y en primera persona, cuando gracias a un
accidente de tránsito y al seguro de mi atropellador,
pude disfrutar de las veleidades macabras de nuestro sistema de salud :
Recuerdo que llegue por mi propia
cuenta, con una herida en el cráneo y por supuesto sangrante, a la recepción
y sin importar mi estado me remitieron, a la papelería de la calle
para fotocopiar mi documento de identidad, luego cumplir con mi diligencia en
mi lamentable estado, tuve que esperar alrededor de 5 horas, para ser atendida
e inspeccionada de una manera tan responsable y humana, que si no fuera
por el dolor, daríarisa; aunque mi anécdota es apenas una experiencia rosa, para una población de usuarios, a los que se les atropella todo el tiempo sus derechos, desde medicamentos, revisiones con médicos especialistas o exámenes que no pasen el análisis financiero de un equipo de profesionales de las disciplinas del derecho y la economía, mas no de la salud. Bien decía una amiga, que esta reforma a la salud no era mala en sí misma, lo que era mala es la interpretación que hacíamos de ella; pero como la mayoría de los usuarios ni siquiera han sido informados sobre sus procedimientos, ni tienen la oportunidad de conocerlos cuando van a depositar sus aportes a un régimen contributivo, se les mete gato por liebre; pues cabe aclarar en este punto, para mi amigos que no cuentan con la fortuna de ser colombianos, que los servicios de salud en mi país son contratados por terceros y que a partir de ahí empezaron a aparecer figuras tan sofisticadas como Empresas Prestadoras de Servicio y otra modalidad, cuyo nombre no es que no quiera recordar precisamente.. quienes han venido configurando una complicada identidad jurídica, hasta el punto de terminar capitalizando en complejos turísticos los aportes de los usuarios, a quienes se les niegan medicamentos no genéricos, tratamientos y hospitalizaciones, con la indignante argumentación de falta de recursos; es aquí donde el paciente presenta síntomas de moribundo y expeler un fuerte olor a podrido, cuando nos damos cuenta que una de las familias propietarias o accionistas, de dichos complejos, es muy cercanas al cerebro urdidor de la llamada ley cien.
Estamos
asistiendo, día a día, a un sepelio colectivo en mi país, llevamos décadas
enterrándolo, pero como adolecemos del mal que aquejó a la primera generación
de Macondos, la enfermedad del
olvido, frente a la cual no hay acetaminofén ni escuálida revisión de signos
vitales que nos haga recordar el difunto que llevamos a cuestas; todavía lo estamos velando.
Agradecimientos a Lina María Gomez Ramirez de Bogotá Colombia por su publicación para Diario El Portal Información y Cultura.
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