Una semana separa la
tristeza de la fiesta en el Chile actual. Una semana separa el recuerdo
imborrable de la traición y la crueldad de la colorida celebración primaveral
blanco azul y roja. Dos momentos, dos caminos, dos dimensiones de una identidad
nacional fluctuante, diversa y confusa.
El 11 de todos los
años ha de ser, -ya lo ha venido siendo gracias al monopolio de los diarios y
la tele-, de aquellas pocas horas de la noche y algo de madrugada en que
jovencitxs, en su mayoría de origen humilde, salen a levantar barricadas y a
hacer fuego para luego enfrentarse a pedradas y/o balas con la policía. Leí que
hasta en Melipilla, otrora zona campesina, hubo disturbios y carabineros lesionados.
Esa chiquillada expresa un “algo” que no es para nada la lucha armada o el
venceremos. Es una noche de furia, como decía un diario argentino. Es el
momento de descargar la rabia juvenil, desordenada y sin sentido, por supuesto,
ante una sociedad individualista y consumista que sólo cree en el éxito
individual, que abandonó la comunidad y la solidaridad para abrazar el mercado
y la competencia.
Ese 11 televisado y
mercachiflero de las barricadas y los apagones con periodistas con casco de
guerra, vende una cómoda imagen de terror nocturno envasado en escasas horas
que ayuda bastante a mantener este sistema neoliberal perfectamente aceitado y
protegido. Con la previa de los bombazos proporciona fuertes razones para
promover la persecución y criminalización de los movimientos sociales y de todos
los que leemos, pensamos y actuamos críticamente esta sociedad y que le da
armas a la elite oligárquica de derecha y centroizquierda para proponer y hacer
reestructuraciones del sistema legislativo que apuntan a una mayor vigilancia y
control de la sociedad. Ahora volveremos al tiempo de los agentes encubiertos,
como si no nos hubiera bastado con la DINA, la CNI y la Oficina.
Una semana después,
nos sacamos el casco de combate para ponernos el sombrero de huaso y brindar
por la identidad pechoña burguesa y cuica complaciente con el modelo.
Camaleónicamente nos volvemos chilenos y tratamos de bailar una cueca, un vals
chilote o un trote y de evocar el habla de los campos. Nos olvidamos que en
esos campos, tanto en el norte como en el sur hace un siglo atrás a nuestrxs
abuelxs y bisabuelxs les pagaban con fichas por su trabajo y no les
permitían organizarse por sus derechos. Nos olvidamos que hace cuarenta
años un presidente habló de la revolución con empanada y vino tinto no por el
placer de comer sino por lo gratificante que sería la vida socialista para las
trabajadoras( es ) chilenas.
( os ) Que lejos
estamos de aquello, que desdibujado se volvió nuestro paisaje.
El 18 se vuelve una
farra de carnes y alcoholes de varios días, cada vez más dispersa y sin
sentido. Es una buena fecha para el comercio, para los artistas del folclore,
los ganaderos y los viñateros. Pero nada más. El año sólo se ve alterado
nuevamente al final en diciembre por la milenaria fiesta europeo-cristiana del
hemisferio norte. Allende dijo que “otros hombres” superarían el momento gris y
amargo de la traición. En efecto, esos hombres y mujeres ya existen, ya se han
volcado a recuperar, ensanchar y abrir las grandes alamedas, tras ellos vendrán
otros… las microesperanzas del porvenir pueden dar paso a espirales de
caracola….
Diario El Portal Información y Cultura agradece la cooperación de José Santis de Stgo. de Chile
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